24. MONUMENTALIDAD EN LA MERCED, DE HUETE
El
problema básico de Huete, como el de casi todas las ciudades cargadas de
edificios monumentales, es qué hacer con ellos, como mantenerlos en pie, qué
utilidad pueden proporcionar desde planteamientos modernos, una vez cancelada
su original función, casi siempre religiosa, cómo adaptarlos a nuevos fines y,
en definitiva, con qué mecanismos poder sostenerlos en correctas condiciones de
visibilidad. Porque con frecuencia cuando se va de visita a un lugar, con el
plano en la mano, cargado de numeritos que marcan los rincones en que hay algo
digno de ver al llegar al lugar señalado
encontramos una ruina, un paredón agrietado, una columna desmochada, la
desilusión es enorme. Al que fue convento mercedario la administración le
encontró rápido uso, mediante la acumulación de organismos de todo tipo que
allí conviven en curiosa amalgama, no siempre ordenada. A dotarlo de una
orientación estrictamente cultural, más acorde con la esencia del edificio,
vino el Museo de Arte Contemporáneo Florencio de la Fuente , inaugurado en 1990
y formado por la colección personal del promotor, un hombre inquieto, siempre
insatisfecho y buscador de nuevos horizontes, incansable en la formulación de
ideas, con un entusiasmo que no decayó a pesar de los años y que mantuvo activo
hasta su muerte. La presencia de este museo en Huete es un elemento capital
para dinamizar la vida de una ciudad que por las circunstancias de los tiempos,
tan cambiantes, sufrió un enorme desplazamiento en su capacidad de influencia
sobre el entorno. Otros museos, como el Etnológico y el de Arte Sacro, también
situados en el mismo edificio, completan una propuesta que merece un largo
momento de atención, dentro del detenido tiempo necesario para recorrer las
calles y los ámbitos de un lugar merecedor como pocos de ser conservado lo más
dignamente posible, aunque ello exija -y lo hace, sin duda alguna- una
importante inversión económica y un constante esfuerzo de atención por parte de
quienes en cada momento son responsables de conseguirla. A ellos se ha añadido
recientemente otro museo más, el de Fotografía, instalado en otro edificio
monumental, el convento de Jesús y María.
El
complejo presenta dos partes bien definidas: la iglesia y el convento. Las
comentaré por separado.
1)
El convento es un enorme edificio
rectangular, de tres pisos, fábrica de sillería, con balcones en dos de ellos y
ventanas enrejadas en el superior formando en conjunto una impresionante
muestra de regularidad arquitectónica clásica. En su interior destaca la gran sala
capitular, en la que se celebraron varios capítulos generales de la Orden de Mercedarios. Hay
también dos patios, uno de gran tamaño que se corresponde con el estilo de la
fachada y otro más pequeño, construido en el siglo XVII, con un claustro
cerrado en el que se alternan el ladrillo y la piedra, diseñado por Cosme de
Peñalacía. Según Ponz “en el claustro
están puestas algunas pinturas de los asuntos mismos que hay en el de la Merced de Madrid y algunos
no están mal hechos”. Otro elemento destacado es la espléndida escalera de
honor, de tipo imperial, con dos tramos, por la que se accede a los pisos
superiores.
2) La iglesia fue construida entre 1668 y 1684, por iniciativa de Fr.
Bernardo Briones, que financió la obra, siendo su autor el arquitecto madrileño
José de Arroyo, que aplicó aquí un diáfano e inconfundible estilo barroco.
Seguramente se eligió el mismo solar en que había estado la ermita de Santa
Quiteria, celebrándose con grandes festejos la inauguración del nuevo templo,
el 9 de abril de 1684. La iglesia se encuentra en la parte norte del complejo
conventual y en la actualidad cumple las funciones de iglesia parroquial, con
la advocación de San Esteban Protomártir y
en ella se conserva la imagen de la
Virgen de las Mercedes, que quedó instalada en ese lugar
desde el primer momento. Posteriormente, hacia 1754 se construyó la capilla
mayor con un camarín especial para la virgen, que fue trasladada a él en 1774.
La iglesia es de planta de cruz latina, cubierta con bóveda de cañón y lunetos
con una gran cúpula de media naranja en el crucero, capillas laterales y coro
con sillería de madera labrada. En la actualidad sólo se puede acceder a ella
por la portada principal, ya que han sido canceladas las vías de comunicación
interior con el convento. Esta portada principal está formada por un zaguán de
planta trapezoidal al que se llega tras cruzar una sólida estructura de piedra
de sillería labrada, formada por dos pilastras dóricas con abundancia de
ornamentes y escudos cerrada por un potente dintel.
Es templo de tres naves. La
principal, los brazos del crucero y el presbiterio se cubren con bóveda de
cañón, con lunetos apuntados en la intersección con los arcos de los huecos
laterales. Las capillas se cubren con bóvedas de arista. El crucero, con una cúpula
de media naranja sobre pechinas. Al fondo del presbiterio había un camarín para
alojar la imagen y debajo había una pequeña cripta para enterramiento de los
monjes. El coro se sitúa a los pies, ocupando los dos primeros arcos de la
nave, en posición elevada y con apoyo en arcos rebajados. La antigua sacristía,
fechada en 1754, contiene un retablo manierista con tablas de Pedro Muñoz de
Aguilar; se encontraba en una delicada capilla clásica.
De
visita a Huete es imprescindible pasar un buen rato contemplando La Merced, por
fuera y por dentro.
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